En 1973 Elvis Presley vivió su último gran pico de inspiración en un estudio de grabación. Al menos de manera continuada. Tras haber sido número uno con Aloha from Hawaii, enésimo directo perpetrado por el Coronel Parker, Elvis quiso intentar capturar en estudio, su excelente estado de forma como músico. Algo que durante toda la década y hasta su muerte se puso en duda. Para ello se metió en los estudios de la Stax, en McLemore Avenue, Memphis, y registró unas sesiones memorables, luego desperdiciadas al ser repartidas en diferentes discos pero cuyo espíritu quedó definitivamente recogido en la caja publicada en 2013 por RCA. Una colección de canciones que reúne versiones de Tony Joe White, Mark James o Chuck Berry en los estudios donde grabaron Otis Redding, Carla Thomas o, por supuesto Booker T and The MGs. La definitiva fusión entre el rock and roll, el rhythm and blues y el soul. Algo que, cincuenta años después ha conseguido Rambalaya en su nuevo disco, Only In My Dreams.
Porque solo en nuestros sueños, el Elvis de la Stax se aparece en estas once canciones grabadas mucho más cerca, en los Feelback Studio de Barcelona. No puedo evitar, tras la escucha compulsiva del disco retrotraerme a aquellos momentos en los que nunca estuve. Solo en mis sueños, ya saben. Y es que el grupo comandado por la batería de su ideólogo y principal compositor, Anton Jarl, y completada por Jonathan Herrero a la voz, Pol Prats al saxo, David Pastor a la trompeta, Gerard Nieto a los teclados, Héctor Martín a la guitarra y Matías Míguez al bajo lo pone fácil. De manera innata, los instrumentistas han creado el colchón perfecto para que la increíble capacidad vocal de Herrero se meza como si una inocente nana sonara en nuestra cabeza. Y brilla, brilla y brilla. Eternamente. Como Elvis en Stax.
Rambalaya fechas de presentación Only in my dreams
Sábado 13 de mayo
Barcelona – Razzmatazz 3
Viernes 2 de junio
Madrid – Gruta 77
Sábado 3 de junio
Zaragoza – Rock and Blues Café
Héctor asegura que se queda con «Until I See Again» porque le recuerda a “la típica canción melódica americana de finales de los setenta, muy al estilo Roy Orbison o el Springsteen más primitivo”. David apunta al excelso momento en que la voz de su cantante “entra arriba de todo en «Only In My Dreams»”, Jonathan apuesta por la grandeza de los temas más melódicos y, curiosamente, el puente final de «Carnaval», favorita también de Pol y Gerard, y Anton se queda también con «Only In My Dreams» porque “fue el primer tema que compuse para el disco y sentí que había tocado algo que me emocionaba a mí mismo, algo que no siempre pasa”. Pobres ellos. Mi maldad les ha llevado a tener que decirnos qué momento les gustaba más del disco, mientras yo, y de paso ustedes, podemos quedarnos con todo. No solo con lo citado, sino también con la perfección de «Cry», con Jonathan alcanzando unas estrellas cuya luminosidad aporta el resto. Con «Always Blue» y esa entrada de los vientos en las que, si como yo, no ven a Elvis versionando a Glen Campbell, impresión reforzada por el fraseo vocal, es que no estamos en el mismo plano. Con «Lonesome Land» que nos acerca al góspel. Con «Rider With No Head» y reminiscencias al mejor Tom Jones. Con «Second Date» y su aroma fronterizo. O con «Until I See You Again». Otra vez. Elvis está vivo, me lo dijo un amigo. Pero no, no se queden solo con eso. Sería simplificar demasiado un disco
enorme. Aunque es inevitable que los discos, ese objeto de deseo de los amantes de la música, nos recuerden a alguien, el reduccionismo no puede ser el único elemento de juicio. Y, huyendo de él, Rambalaya han encontrado su sitio. Su lugar. Donde solo ellos pueden estar. Son la conjunción perfecta de todo lo citado que, y esto no es tan habitual, han sabido llevar su grandeza a unos cuantos surcos. El objetivo de todo músico. Algo que solo suele pasar en sus sueños. Pero los sueños a veces se hacen realidad.
Eduardo Izquierdo
Barcelona 16 de marzo de 2023
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