Se ilumina la pantalla y serpentean las tiras rojas, desteñidas, saltarinas, de un rollo de Super-8. Celuloide, se entiende, rodado en el siglo pasado por Iván Zulueta (San Sebastián, 1943-2009). Aparecen los músicos y se sitúan en platea, ante la primera fila, de espaldas al público para poder visionar las imágenes en pantalla. Fotogramas que J ha plasmado en las canciones de Plena Pausa, primer álbum a su nombre. «Natalia Dice» y «Arrebato (Un buen día para Iván)» avanzaban, en octubre de 2022, un proyecto surgido de la adquisición por parte de Fimoteca Española del archivo personal del cineasta e ilustrador donostiarra. Ha sido un largo proceso, adaptar al formato canción filmes nunca antes vistos de nuestro artista maldito en los setenta —queer, roquero, yonqui, bohemio de alta alcurnia—, pero el resultado final deviene hipnótico.
“Los cortos de Iván parecen video-clips, tres minutos, cuatro minutos, como los de Sonic Youth de los ochenta en Super-8”, explica J. “Los dos primeros, que son películas familiares, me permitieron editarlos; funcionan como una introducción, salen él de pequeño y sus hermanos, sus padres en los años cuarenta. Con ocho años Iván ya dirige su primera película, en decorados pintados por él, con niños jugando a los vaqueros. El resto son video-clips que no pudimos editar, y me dije que podía hacerles canciones, con ese aire un poco melancólico del Super-8 y las grabaciones antiguas, con gente tan joven, tan brillante, tan felices. El paso del tiempo convierte esa felicidad en melancolía”.
Un proyecto tan personal, y extraño al quehacer habitual de J, demandaba un fresco elenco. Sus nuevos aliado son Natalia Drago, alias Srta. Trueno Negro, guitarrista y vocalista del underground rioplatense; el bajista planetario Miguel López; el teclista Miguel Martín; el batería Roberto Escudero; y dos guitarristas esenciales, de distintas generaciones y credos, en la escena rock estatal: David Rodríguez y Jaime Stinus. Son ellos, junto a J en guitarras, teclados y voz, quienes grabaron Plena Pausa y quienes no miran al público durante las proyecciones. El estreno tuvo lugar en el madrileño Cine Doré, sede de la Filmoteca.
“Lo primero fue Arrebato, un impacto brutal”, confiesa J de su encuentro con el cineasta. “Recuerdo que cuando la vi ya había oído hablar de Zulueta, pero me marcó mucho la historia, la visión del arte, la época. Yo era muy joven en los setenta, pero los recuerdo; ya era consciente de lo que pasaba, escuchaba música y leía Vibraciones. Tenía referencias, así que al ver Arrebato ya estaba avisado. Cuando compongo las canciones trato de entrelazar las ideas de Zulueta que salen en las películas con las mías propias, mezclando similares corrientes culturales. Luego, viendo los cortos, con ese punto autobiográfico, me parece interesante contar historias y emociones personales. En ese momento me digo que voy a contarlo como una cosa mía personal. Por mi trayectoria, me sentí muy identificado con Iván”.
Esta sintonía vital entre dos creadores, diferentes épocas y distantes orígenes geográficos, se manifiesta ya en los primeros cortes. «Y La Nave Va», co-escrita con Solea Morente se grabó, como la citada «Natalia Dice», con el grupo argentino 107 Faunos. «Tormenta Eléctrica» exhibe adn Joy Division/New Order, influjo primario de J desde sus inicios. Imágenes de chicas maquillándose en plena Era Glam ilustran el mestizaje transatlántico de «Romeras de Betty Boop». «Soleares del Loco» transluce fatalismo granaíno y, en «Era una Flecha», original del argentino Julián Della Paolera, llueve en blanco y negro sobre Manhattan. «Amén» entremezcla heroína intravenosa —y prácticas cinematográficas— con la matriarca Zulueta y sus perros en la piscina. «Jaleo en la Calle», versión de «Ode to Street Hassle» —es decir, Lou Reed según Spacemen 3— se combina con imágenes de un espontáneo Jesucristo paseando por la playa. Finalmente, «Mi Ego Está en Babia» despide el álbum con magia blanca de estupefaciente ironía
“Me ha pasado mogollón de veces que la música sincroniza con la imagen por azar”, responde J al mentarle tan sorprendentes sincronías. “Cuando me mandaron las cinco horas de películas, las visioné con música aleatoria, una lista de Spotify. En el primer visionado con música ya vi que muchas cosas coincidían y de ahí salieron ideas para las canciones. Fue increíble. En varias ocasiones sonaba una canción y coincidía totalmente con la película, y de ahí que haya incluido también versiones. Al final tomé muchas referencias y las canciones no tuvieron una composición muy pura. Hay muchas citas y referencias sugeridas por las películas”.
En los días claros, y eso lo sabe bien Javier Aramburu, desde el Albaicín debe otearse la Concha donostiarra.
Cuatro temas no aparecen en el álbum. Forman parte del evento cinematográfico y se sumarán a futuros singles. Unas imágenes de Times Square a finales de los sesenta, rodadas por un absorto Iván, casan con «Neon Lights» de Kraftwerk. Con sus vistas aéreas, clandestinas, de la madrileña Plaza de España en plena acción policial franquista, «Fandangos del rascacielos/Los desalmados» desvela que el esteticismo no coarta la conciencia política. «Película de Plata» es un homologable screen-test warholiano con Eusebio Poncela y Will More ensayando Arrebato. Y, el virulento oleaje del Cantábrico contra las rocas, contrasta con la versión de «Échame a Mi la Culpa», original de Albert Hammond.
“Las letras las inspiraron las imágenes, son historias cinematográficas, estados de ánimo, drogas como la heroína”, confiesa. “Los Planetas hablamos de esto todo el rato, venimos de la misma corriente cultural, que yo sitúo en la Factory de Warhol. Todo el cine de Zulueta tiene una deuda enorme con el cine underground según Jonas Mekas. Su mayor referente es Lou Reed, que se está convirtiendo en uno de los artistas más importantes del siglo XX, para mí ya lo es. El mundo va hacia lo que él predijo; vio todo lo que iba a pasar y ya está pasando. La contracultura anglosajona, una cultura crítica con la dominante, cae en decadencia en el momento en que no acepta el discurso crítico de un Lou Reed. Y, cuando llega el punk, solo demuestra que todo ha acabado”.
Nos queda conjurar ese pasado de hedonismo y creatividad, de juventudes desperdiciadas y rebeldías abortadas, desde el hechizo de una canción. Es lo que ha logrado J en Plena Pausa, en sentida conexión con el espíritu de Zulueta atrapado en sus imperfectas, rayadas películas caseras. Un pasado que no existe, mandando señales al fugaz presente y haciendo volar la emoción a través de las décadas. El momento es siempre “ahora”. No antes; no después. The end.