Tras deleitarnos con una serie de maravillosos conciertos en el Auditorio BB de la CDMX y el Teatro Diana de Guadalajara, Andrew Bird se prepara para una nueva aventura, dando un giro al sonido que nos tiene acostumbrados para inclinarse hacia sus influencias en el jazz con un disco basado en este sonido, para lograrlo el violinista se acompaña de Alan Hampton en el bajo y Ted Poor en las percusiones, para asï dar vida al Andrew Bird Trio.
Andrew Bird comparte al respecto de su próximo disco: “Cuando estaba en mis veintes, vivía en un viejo departamento/hotel en el barrio de Edgewater en Chicago. Un vestigio de tiempos mejores (los años 1920), era barato y habitado principalmente por sacerdotes jesuitas jubilados y monjas de la cercana Universidad Loyola.
El gimnasio tenía viejas bicicletas Schwinn de 10 velocidades fijadas en bloques de cemento, una vieja alberca donde ponían ópera, y el sauna era una sede de la mafia rusa local. La mayoría de los sábados por la noche me quedaba despierto escuchando un programa de radio llamado “Blues Before Sunrise” en WBEZ de 12 a 4 am.
El DJ, Steve Cushing, ponía viejos y raros discos de 78 rpm de blues, jazz y góspel. Luego dormía unas horas y despertaba para el programa de Dick Buckley, también en WBEZ, que presentaba lo que él llamaba jazz de la “Era Dorada” de los años 30 y 40. Mi amor por cierta época del jazz hasta mediados del siglo XX ha sido constante a través de muchas transmutaciones en mi propio trabajo, la mayor parte del cual no es jazz en absoluto.
Admito que bajo el estandarte del jazz estamos bendecidos con algunos de los momentos más grandes en la historia de la música (el “Body and Soul” de Coleman Hawkins) y quizás algunos de los peores (aquí no mencionaré nombres). El punto es que esta forma de arte estadounidense lleva mucho equipaje e historias que pueden ser difíciles de atravesar. Una vez que tuve cierta distancia, quería sumergirme nuevamente en el jazz. Trabajando con la magistral sección rítmica de Ted Poor y Alan Hampton, estábamos navegando por una línea muy fina. Cada canción tenía que intentar trascender la nostalgia y el jazz con mayúscula, lo que nos llevó a tocar menos notas y cantar mucho más de lo que esperaba.
Quería desafiarme al improvisar y ver si toda una vida de escuchar y practicar podía llevarme al mismo sistema solar que Lester Young y Coleman Hawkins. Y hablando de esos saxofonistas tenores, quería hacer que mi instrumento hiciera lo que un instrumento de viento hace con el aliento y la fraseología, pero con mi arco en una cuerda y respiraciones a través de mis cuerdas vocales. En resumen, Sunday Morning Put-On se trata completamente del tono”.