Con un bajo y batería que marcan un groove profundo, sintetizadores fantasmales y una voz grave que parece rogar por ser maltratada, Scorie lanza su primer sencillo: “The Leash and The Fury”, disponible desde el 5 de junio vía Géographie. Es una canción que no se anda con rodeos: un monólogo sexual torturado que funciona como oda a la sumisión y sátira mordaz sobre la servidumbre voluntaria. Entre la crudeza post-punk actual y la intensidad sin disculpas de Nick Cave o The Doors, este debut no busca gustar: busca incomodar, provocar y quedarse.
La canción —que puedes escuchar en su visualizador oficial en YouTube— es mitad oración perversa, mitad escupitajo político. Evoca el placer de ser humillado, la náusea que eso genera, y la tensión de un sabueso apaleado que aprieta los dientes para no morder. Es visceral, incómoda y extrañamente poética.

Scorie no es una banda que se pueda explicar fácil. Son como un estofado de ternera Bourguignon cocinado con dos botellas de coñac en lugar de vino. Como un paseo en coche al atardecer con una rueda faltante. Como usar camiseta de tirantes en invierno y cuello alto de poliéster en plena ola de calor. Pero sobre todo, Scorie es el proyecto de cuatro ingenuos hastiados que observan con sarcasmo el ballet de las convenciones sociales, que rechazan tanto como necesitan. Es timidez convertida en grito interminable.
Después de un año cocinando su EP debut, finalmente lanzan este primer sencillo, crudo como un filete francés. Con “The Leash and The Fury”, establecen las bases de su estética: un sonido rock con la energía y el cinismo del post-punk contemporáneo, y una devoción por las atmósferas cinematográficas que se sienten tan densas como necesarias.
Scorie - The Leash & The Fury (Visualizer)
Verlos en vivo es como desahogarse con violencia y melancolía al mismo tiempo. Es viajar en primera clase con los pies metidos en un montón de mierda. Y si se lo pides con cariño, el vocalista podría dejarte probar un sorbo de su botella de vieille prune, ese brandy que sostiene como si fuera el osito de peluche de un adulto con insomnio crónico.
