Un bajo y una batería vibrantes que marcan un ritmo profundo, sintetizadores cautivadores, una voz profunda que ruega ser maltratada, todo ello impulsado por melodías que no te dejarán ir: “The Leash and The Fury” sienta las bases de la estética de Scorie.

Un monólogo sexual atormentado, a la vez una oda a la sumisión y una sátira mordaz del profundo disgusto por la servidumbre voluntaria. A medio camino entre la energía cruda y el cinismo de la escena post-punk actual y la intensidad descarada de Nick Cave o The Doors, este sencillo debut exhibe una identidad audaz.

Scorie Presenta Su Sencillo Debut "The Leash & The Fury"
Scorie / Foto: Artista

Scorie es como un estofado de ternera a la Bourguignon en el que el vino habría sido reemplazado por dos botellas llenas de coñac. Es un paseo en coche al atardecer con una rueda faltante. Es una camiseta de tirantes en invierno y un jersey de cuello alto de poliéster en plena ola de calor. Pero Scorie es, ante todo, la historia de cuatro ingenuos hastiados que observan con sarcasmo el ballet de las convenciones sociales, que rechazan cuanto necesitan. Es la timidez a través de un grito interminable.

Tras un año cocinando su EP debut, por fin lanzan su primer sencillo recién salido de la cocina, y está tan crudo como un filete francés. A medio camino entre la oración perversa y el escupitajo político, este torturado monólogo sexual evoca la servidumbre voluntaria, el placer de ser escupido y la náusea que acaba provocando. Es un sabueso apaleado que aprieta los dientes para no morder.

Con «The Leash and The Fury», sentaron las bases de su estética: un sonido rock con la energía y el cinismo de la escena post-punk actual y, como Nick Cave y muchos otros, un profundo amor por las atmósferas cinematográficas.

Verlos en directo es perfecto si quieres desahogarte y sentirte melancólico a la vez. Es como viajar en primera clase con los pies atascados en un montón de mierda.

Por cierto, si se lo pides amablemente, su cantante podría dejarte probar un sorbo de la botella de brandy «vieille prune» que siempre sostiene como el osito de peluche de un adulto con trastorno del sueño.